Casi choco por el Trastorno Bipolar

Casi mato a varios de mis mejores amigos. Hubiera, hubiera... Hubiera sido un accidente, claro. Accidente causado por mi imprudencia, por mi neurosis y debajo, en la sombra mi hipomanía... Y más abajo todavía, mi depresión.
Fue una tarde en que quedamos en ir al teatro. La función era a las ocho de la noche y se nos hizo tarde. Reunidos en casa de una buena amiga esperábamos a que uno, de los que siempre llegan tarde, llegara. Salimos repartidos en dos coches. Al volante de uno iba yo.
No sabía bien el camino, al menos hasta cierto punto de la ciudad. Pero el trayecto que me sabía de memoria lo recorrí lo más rápido que pude. Aun con un coche viejo y poco potente dejé muy atrás a mi amigo que manejaba el otro coche.
Era una vía rápida, íbamos como seis en el vocho. Todos muy asustados. Ellos, no yo. Yo iba emocionado, excitado, dueño de la velocidad, el control del coche y con el único propósito de llegar a tiempo a la función...
Adelante, apenas unos metros, un coche dio la vuelta a la derecha desde el segundo carril. Lento, lento y sin direccionales... No hubo margen al error. Íbamos muy rápido, en un coche que necesita de muchos metros para frenar totalmente y además lleno... Frené a fondo. El carro derrapó unos metros, luego solté el freno, cambié de carril y pasé a escasos centímetros del carro que apenas daba la vuelta.
Seguí el mismo ritmo de marcha hasta que llegamos al teatro. Bajamos del carro, ahora sí agradecidos de llegar con bien... Y la sorpresa: retrasaron una hora la función.

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