Adiós Maru

Hace dos semanas falleció una tía muy querida. Ha sido muy triste para todos. Su muerte resolvió su problema: no dejaba de sufrir por el fallecimiento de mi tío hace dos años. Estaba tan deprimida que incluso personas que no la conocían ni sabían de su sufrimiento podían notar que algo muy grave pasaba en su interior. No era una mujer muy grande. Tenía, creo, 58 años y murió de un paro cardiaco fulminante. Dirían que murió de tristeza. En esos días, egoísta como soy, pensé no en mi muerte, ultimadamente es la que menos me importa, sino en la de mis padres, de mi esposa, de mis seres más cercanos y queridos. Me da terror enfrentar esas muertes. Si por mí fuera, preferiría que ellos me enterraran. Creo que siempre es mejor irse que quedarse. La muerte de mi tía ha dejado una estela de sufrimiento: mis primos, sus nietos, sus hermanos. De veras prefiero mi muerte a la de los demás.

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