Qué pelea
Esta
sí que fue una pelea original. Después de más de 30 años de
conocernos y creo que nunca me había dado un encontronazo de este
calibre con mi propia hermana. Eso habla principalmente de dos cosas:
nuestra total carencia de comunicación y el casi nulo interés que
cada uno tiene por el otro.
Todo
comenzó, como siempre, con una llamada telefónica, que de no ser
porque sucedió en horas de oficina, hubiera sido mucho más
divertida. Pero no fue así. Todo se redujo a una sencilla invitación
al pastel del sobrino el sábado, un sábado que no era como los
otros del año, ya que ese sábado mi esposa y yo festejaríamos
nuestro aniversario. Trece años no pueden pasar así nada más y por
supuesto que la reunión en el departamento de mi hermana con su
suegra y mi madre es perfectamente intercambiable por una tarde con
mi esposa comiendo tortas de la barda en una tortería de la Condesa.
Así
pues, le dije que no. La rechacé, la mandé a volar, la bateé.
Y sin quererlo, la ofendí, encendí una pequeña chispa que en el
momento no prendió del todo, pero que horas más tarde haría que
una perfecta relación de ignorancia e indiferencia se tornara en una
encendida y apasionada retahíla de reclamos guardados por años en
los más escondidos recovecos de la memoria de mis hermana.
No
la vi, pero pude adivinar que del otro lado de la línea un rictus de
frustración y coraje se dibujaba en su rostro. Colgamos, yo con la
certeza de que algo pasaría más allá de un simple: "sí que
te vaya bien en el trabajo".
Minutos
más tarde sonó la extensión de mi oficina. Era mi madre, que,
envuelta en un manto de lágrimas, interrumpía la línea sagrada de
mi oficina para reclamarme con voz entrecortada y mocos, que había
dicho que no podría ir al pastel de su nieto. (Ahora que lo pienso,
creo que otra gran frustración que tiene mi madre es que después de
seis años de casado, yo no le he dado nieto alguno, y pasarán
algunos años antes de que eso suceda.)
¿Habrá
algo más molesto que una madre llore por el teléfono para reclamar
tu asistencia al pastel del sobrino...?
Supongo
que habrá miles de cosas más molestas que eso, pero para mi eso fue
algo que me prendió en serio. De momento no dije nada porque no me
gusta que mis compañeros se enteren de mi vida privada, de los
conflictos banales que surgen desde lo más íntimo de mi familia. En
mi oficina estamos cinco personas que de ninguna manera son
culpables de que mi madre esté un poco neurótica.
No
le contesté. No tenía sentido alguno discutir con una madre que
llora sentidamente mientras dice "Si esto pasa ahora que sigo
viva, qué pasará cuando me muera..."
Le
colgué prometiéndole que más tarde le llamaría.
Quince
minutos después. Mi hermana, me manda un SMS que más que un saludo,
era un llamado a la guerra: "Te pasas… a ver si me puedes
marcar". "Te marco en la noche", le contesté.
El
resto de la tarde fue un pequeño infierno en la oficina. Por un lado
las cosas se fueron de la manera más lenta y tediosa, por otra, mi
mente no podía dejar de darle vueltas a todo lo ocurrido…
Después
de terminar la jornada laboral, lo único que quiero es llegar a la
casa, ver a mi esposa, tomarme un té e irme a dormir. Esa noche
francamente lo último que quería era estar en la casa.
Apenas
llegué, saludé a mi mujer, le conté lo sucedido y marqué al
teléfono de mi hermana. La línea se incendió. En poco más de 50
palabras logró sacarme de mis casillas, prender al pequeño demonio
que llevo dentro y que detesto tanto.
Le
grité tan fuerte que creo que los vecinos bien pudieron adivinar la
conversación que tenía con la insensible de mi hermana.
Ella:
"Es
que somos tu última prioridad."
"Vives
en tu mundito."
"Le
haces mucho daño a mi mamá."
"Eres
un egoísta."
Yo:
“Tu
eres perfecta.”
“A
huevo ni los zapatos entran.”
“Ustedes
también me hacen daño.”
“Ya
no vivo con ustedes.”
Y
la lista de reclamos siguió y siguió por veinte minutos o media
hora, no me di cuenta.
Al
término de la pelea creo que los dos nos quedamos con una sensación
de bienestar. A pesar de los gritos, de los reclamos, incluso de los
insultos, algo bueno sucedió esa noche: después de 30 años de
relación por fin hablamos con la verdad, por fin dijimos cosas que
de veras nos importan y que de veras sentimos.
Nunca
había discutido así con mi hermana. Teníamos una relación tan
falsa, lejana y superficial que considero más íntimas las
conversaciones con mi compañera de trabajo que con mi única
hermana… Pero después de esa noche, por primera vez en la vida
creo que de veras tengo una hermana a la que, al parecer, sí le
importo, a pesar de todo lo que pudiera pensarse, a pesar de los
berrinches que suele hacer cuando las cosas no le salen como ella
quiere.
Hay veces en las que es mejor
pelear que no tener ningún tipo de comunicación, aún cuando se
trate de una llamada telefónica aderezada por unos cuantos reclamos
y gritos.
A veces es mejor pelear que no tener ningun tipo de comunicacion...
ResponderBorrarComparto tu enfermedad,no me qusta saber que no va a terminar nunca.. siempre fui muy impulsiva, y mal llevada, pero era callada cuando era chica.
Hoy en dia estoy en pareja, y me llamo mucho la atencion esa afirmacion.. porque me siento mal al hacerlo.. es cierto que se habla con sinceridad cuando se discute, pero estoy discutiendole todo el tiempo. Y el no sabe tratarme, se altera conmigo... y el amor se va. No quiero estar enferma porque no tengo autocontrol.. y destrui muchas cosas.