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Mostrando las entradas de junio, 2007

Suicidio, idea, solo idea...

Hubo un momento en el que obviamente pensé en el suicidio. Lo pensé como quien piensa en comerse un pastel que no hay en el refri, pero no tiene la voluntad de salir del departamento y buscar una pastelería. El pensamiento se reduce entonces a una ilusión sin mucho de cierto, y más bien como una especie de miedo no aceptado. Esa ha sido para mí la idea del suicidio. Pero tampoco es una idea completamente ilusoria, abstracta e inalcanzable. Se materializaba tenebrosamente las veces que estaba frente a las vías del metro con la única idea de no llegar al trabajo, de llegar y saber que mi jefa estaba muerta o despedida en el peor de los casos..., entonces se desea que alguien, entre la multitud se acerque por atrás y te empuje distraídamente para cometer el acto final sin culpa y sin responsabilidad. Una muerte accidental pero muy conveniente. Pura cobardía y nada más. No tengo nada de qué arrepentirme. El suicidio, ahora lo sé, no es sino un cúmulo de problemas que quedan sin resolver cu

Mis días frente a la tele

Me levanto, desayuno un café, pedazo de pan, y si hay, gelatina de naranja. Luego me dejo caer en el sillón frente a la televisión y ahí permanezco el resto de la mañana. Veo los programas para señoras, chismes de actores de telenovela, recetas de cocina y belleza, concursos de perros y adolescentes que bailan, caricaturas japonesas, caricaturas gringas... Después de las 4 de la tarde me da hambre, pero me la aguanto, sé que pronto pasará, y pasa. Después de las 7 de la tarde me siento ya un poco mareado y me levanto y voy a la cocina, abro el refri, saco lo que Diana dejó preparado, lo pongo en un plato, luego al micro y de ahí al sillón otra vez. Como sin ganas, dejo el plato junto al sillón y espero a que ella regrese... Sé que soy bipolar Al día siguiente me levanto, desayuno un café, pedazo de pan, y si hay, gelatina de naranja...

Casi choco por el Trastorno Bipolar

Casi mato a varios de mis mejores amigos. Hubiera, hubiera... Hubiera sido un accidente, claro. Accidente causado por mi imprudencia, por mi neurosis y debajo, en la sombra mi hipomanía... Y más abajo todavía, mi depresión. Fue una tarde en que quedamos en ir al teatro. La función era a las ocho de la noche y se nos hizo tarde. Reunidos en casa de una buena amiga esperábamos a que uno, de los que siempre llegan tarde, llegara. Salimos repartidos en dos coches. Al volante de uno iba yo. No sabía bien el camino, al menos hasta cierto punto de la ciudad. Pero el trayecto que me sabía de memoria lo recorrí lo más rápido que pude. Aun con un coche viejo y poco potente dejé muy atrás a mi amigo que manejaba el otro coche. Era una vía rápida, íbamos como seis en el vocho. Todos muy asustados. Ellos, no yo. Yo iba emocionado, excitado, dueño de la velocidad, el control del coche y con el único propósito de llegar a tiempo a la función... Adelante, apenas unos metros, un coche dio la vuelta a l