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Mostrando las entradas de agosto, 2008

¿Quién es mi madre?

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Ahora me desconozco, pero descurbrí que también desconozco a mi porpia madre y que a su vez ella me desconoce a mi. Total que llego al umbral de los 30 años sin tener una clara idea de quien soy, a dónde voy y quien me dio la vida. ¿Quién es mi madre? Supongo que no soy el primero que se hace esta pregunta. Aprovecho que ella y mi padre están Cuba para pensar sin que ellos me vean, JA. El escabroso tema surgió en mi terapia con la psicóloga y oh sorpresa, resultó que somos un par de desconocidos. Ella ansiosa de conocerme y yo desesperado por huir de ella. Supongo que lo he sabido desde hace mucho, peor hacerlo consciente es el problema. Creo que de eso se tratan las dos horas que paso con la psicóloga: hacer visible algo que originalmente no causa problema, pero que va carcomiendo el alma. En serio: cuando yo no estoy y se agarra a la pobre de mi esposa, le dice cosas horribles. Piensa que yo soy un discapacitado físca, moral y emocionalmente. Y no niego que algo de cierto habrá, per

¿Eres tú, depresión?

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Hoy no fui a trabajar. No estoy enfermo, simplemente me dio mucha flojera y supongo que ya desde ahi está mal.Me siento un poco culpable por simplemente no haber ido, creo que es síntoma inequívoco de que estoy deprimido, o al menos comienzo a estarlo. Han ocurrido cosas en la oficina que no me gustan, que me han hecho sentir inseguro, amenazado, vulnerable, y eso me asusta. Ha pasado ya más de un año y esta es la primera vez que me siento así, tan indefenso. Hace tres días renunció una buena compañera (y amiga) por razones que no tienen el peso como para haber renunciado, fue más una cuestión personal con mi jefe que una verdadera razón laboral. Cometió errores, sí, pero también mi jefe, y ninguno de los dos estuvo dispuesto a poner sus disputas de poder por encima de la chamba y superar sus rencillas. El resultado es que perdimos a una gran trabajadora y a una buena amiga. El problema es que el ambiente en la oficina se ha enrarecido más de lo que ya estaba. Hace falta una persona

Por el rabillo del ojo (o Dos caídas, un día)

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Mirar de reojo para mi se convirtió en lago cotidiano, pero sobre todo, consciente. Es un hecho que todos tenemos, en mayor o menos grado, desarrollada la visión periférica que es aquella que nos permite ver a nuestros costados de manera involuntaria. Hace muchos años para mí era natural mirar de esta manera cuando jugaba baseball. Así espiaba los corredores de primera y segunda que abrían descaradamente. Luego apliqué la misma técnica para cruzar la calle. No me es totalmente necesario girar la cabeza para saber si viene o no un coche. Esta visión es también la que me avisa en el metro o en la calle cuando alguien me está mirando fijamente. Es algo casi instintivo. Una vez que registro la insistencia de una mirada, me muevo para asegurarme que efectivamente es a mí a quien vigilan. Luego los encaro descubriéndolos en flagrancia. Hoy en dos ocasiones hice caso omiso a mi visión periférica. A pesar de que con el rabillo del ojo me di cuenta de que dos cuerpos caían, no hice nada por rem

Apenas ha nacido...

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Hace algunos días volví a ver a una amiga a la que tenía, al menos, un año de no ver. No ha sido la mejor de las situaciones. Parió a una niña con sólo seis meses de gestación. La bebé, hasta el momento en que escribo estas líneas, lucha inconscientemente por seguir desarrollando sus órganos.  Me enseñó una fotografía que capturó con su celular y se alcanza a ver a un pequeño cuerpo de poco más de 30 centímetros con tubos y sondas en nariz, boca, brazos... Mi amiga, luego de superar la infección en vías urinarias que le ocasionó el parto prematuro, está bien. Adolorida físicamente y devastada moralmente, pero se mantiene en pie, positiva y a la espera del largo camino que le depara la vida de su pequeña hija. Apenas ha nacido y está sujeta a un cúmulo de aparatos y cuidados médicos que nadie merece, y menos siendo tan pequeña.  Yo, a pesar de querer mucho a mi amiga y de sentir mucha pena por su hija, no me he deprimido. Al menos no por eso. Pero estoy muy preocupado. Hace tres o cuatr

Sociología del cadenero (Pequeñas crónicas)

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Contrario a las buenas costumbres mías, acudí junto con mi esposa a un antro en Insurgentes donde se baila salsa. Debo apuntar en descargo que lo hice por mera solidaridad con una buena amiga que ahí quiso festejar su cumpleaños. Como hacía mucho, pero mucho tiempo no asistía a locales de este tipo, había olvidado el perfil cuasi patológico del cadenero. Cuando era un poco más joven, de hecho, cuando era adolescente, llegué a ir a este tipo de bares (o discos, o como se llamen) en los que tienes que hacer fila para entrar, y casi rendirle pleitesía al sujeto que permite la entrada basado en criterios incompresibles y obtusos como la apariencia y la vestimenta de los necios que intentan, por alguna extraña razón, entrar al mentado antro. El perfil de estos rufianes es el mismo para todas las situaciones. Físicamente deben ser imponentes, ya sea fornidos, o francamente gordos, feos siempre y de pésimos modales. El poder que se les concede al cuidar la entrada del codiciado lugar les da