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Mostrando las entradas de octubre, 2007

El beis, la psicóloga y yo

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Han pasado varias cosas que bien a bien todavía no sé cómo interpretar. Por un lado tengo la sensación de sentirme demasiado bien y tengo algunas teorías acerca de su origen. Por un lado dejé de tomar las pastillas estabilizadoras hace ya como tres semanas. Lo cual bien podría estar afectando mi estado de ánimo. Me siento muy bien, con mucha energía y me gusta sentirme así. Otra cosa que sucedió es que mi esposa ya consiguió trabajo y ya no está en la casa todo el día. Lo cual también me da mucho gusto. Digo, además una lana extra para la casa no nos cae nada mal, pero sobre todo el bien es que ya no esta acá todo el día y cuando regreso sí la encuentro cansada y tiene cosas para platicarme pero ya no son esas cosas las mismas que cuando estaba sólo haciendo nada. Y la otra cosa que me tiene así es la resolución a la que llegué junto con la psicóloga de que lo que necesito para sentirme mejor es regresar al beisbol. La idea me tiene cogido de los pelos. No he pensado en otra cosa los ú

Me aceptan, o ni siquiera lo permito

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En el trabajo las cosas más o menos han ido de la misma manera que desde que entré hace casi cuatro meses. Ya me acostumbré al ritmo de trabajo, a la gente, a los comentarios, a las pocas malas vibras (afortunadamente). Pero sigo sin poderme integrar por completo al equipo, al grupo de amigos. Sigo siendo algo asÌ como el nuevo, o el serio, o el que no se lleva del todo... Me ha afectado un poco porque cualquier otra persona con capacidades sociales normales, ya se hubiera integrado del todo. Pero yo no lo he podido hacer. Es como si día a día me abstuviera de dejarme ir, de quitarme el miedo a decir las cosas, a hacerlas, a perder el miedo a caer en el ridículo, a no ser del agrado de los demás , a no llegar al nivel de sagacidad que tienen. No quisiera dejarme ir y resultar demasiado pesado. He preferido ser el serio, el que casi no habla, el que es medianamente inteligente, el mesurado. Pero las facturas pueden llegar a ser caras. No tengo el nivel de aceptación que, por ejemplo, mi

La Mudanza

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Dejé de escribir un tiempo. Lo hice sí por desidia, porque tenía otras cosas que hacer, pero también por un conato de depresión que quise ocultar hasta de mi propia conciencia. No me arrepiento. Me cambié de casa y sufrí de algo así como un desfase de personalidad. Fue como si de pronto me hubieran sacado de mi cuerpo, de mi vida, de mi rutina para implantarme de buenas a primeras y sin más aviso que la propia testificación de que mis cosas eran cambiadas de un departamento a otro. Y al día siguiente, me atacó una especie de cruda de personalidad. Mi pelo no era mi pelo, mis ojos no eran mis ojos y tenía la fiel certeza de que todo cuanto me rodeaba era tan nuevo que ni mi esposa me conocía, y yo a ella. Fueron sólo dos días los que pasé por esto. Luego me acostumbré. Pero seguí sin escribir por otra razón: no quería molestarme en hacer esfuerzos extras. No quería entrar en conflicto con mi esposa por el simple hecho de estar sentado frente a la computadora y no junto a ella platicand