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Mostrando las entradas de octubre, 2018

Una pila de mierda sobre mi cabeza

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A veces pienso que mi vida es como una gran pila de mierda que pende de un hilo sobre lo cabeza. Y entonces yo ando por ahí en el camino, tan campante como puede andar uno cuando el excremento más hediondo te amenaza a cada metro, a cada paso. Volteó hacia arriba, y la veo a solo un metro de distancia, pero por su olor sé que en cualquier instante eso me baña. Bastaría un soplo, un pequeño bache, un error mínimo para cagarla y quedar solo yo y mi gran pila de mierda. O peor aún, que cualquier persona ajena a mi vida, o incluso las más cercanas, llegue y le tiren una pedrada para que le caiga encima y solo se queden ahí parados para reírse mientras me hundo en la porquería. Qué mierda vivir así.

Acá sigo, dando tumbos y pena

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No me queda de otra. Acá sigo, sobreviviendo la vida, llevándola lo menos mal que puedo, aunque a veces de verdad es un milagro que no me encierre en el cuarto y que quede a dormir todo el día. La razón principal para que no lo haga es que los niños me lo impiden y mi esposa que saca a patadas. A penas amanece, los tres me sacan de la cama para lanzarme a la rutina a veces ya insoportable del trabajo, el trabajo, el trabajo.  Estoy cansado. Mucho. Estoy fundido. Si en la oficina no me quedo dormido sobre el teclado de la computadora es porque a mi jefa la tengo a sólo dos metros de distancia y a otros dos tengo a la secretaria, además de las decenas que compañeros que me observan a través de los malditos cristales. Ignoro cómo eran las oficinas de antes que no tenían vidrios, no eran las peceras de ahora que todo lo dejan ver: las miserias y las vergüenzas... Todo a la vista de todos para que pueda juzgarse y criticarse... Casi nadie aplaude o felicita cuando hay algún acierto.