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Mostrando las entradas de noviembre, 2010

De la extorsión a la revelación

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Siempre escuchamos historias de gente que fue secuestrada o extorsionada. Pero nos es hasta que lo tenemos cerca, cuando nos damos cuenta de la magnitud del daño que este tipo de cosas pueden causar. Hace dos o tres años le tocó a mi familia pasar por un pequeño, pero traumante suceso. Un sábado por la mañana mi esposa y yo salimos a desayunar con una amiga a un Sanborns cerca de donde vivíamos. Pasábamos una mañana de lo más normal cuando sonó mi teléfono celular. Era mi madre que me preguntaba notablemente asustada si estaba bien, si no me pasaba nada.

Qué fácil es ser bipolar

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Es fácil decir "estoy loco". Y es todavía más fácil demostrarlo. Basta con gritar un poco, basta con decir algunas cosas hirientes y después golpearse con la pared, quizás tirarse al suelo y llorar desaforadamente. Con eso cualquiera pensaría, al menos, que somos demasiado dramáticos. Entonces obtenemos dos cosas: el desahogo que por alguna razón necesitábamos y la lástima (o temor) de nuestros seres queridos.

Dolor bipolar: ida y vuelta

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Me he encontrado con algunos comentarios que no sólo me hacen sentir bien por la confianza que tienen los lectores por compartir sus experiencias, sino que también me deja una valiosa lección: todos nosotros tenemos algo en común: la certeza de que estamos enfermos, de que necesitamos ayuda, pero también de que hay mucha gente que nos aprecia y que se preocupa por nosotros.

El calcetín de todos los días

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El caso es que estaba sentado en la orilla de la silla donde cada mañana me pongo los calcetines. Ese tiempo que discurre, casi eterno, entre que se me secan los pies y me pongo estas las calcetas, es uno de los momentos más difíciles del día. Puedo estar con la mirada clavada en el piso por 10, 15 minutos sin decidirme a seguir con el ritual o dejarme vencer por los demonios de la hueva.