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Adiós a la esperanza

¿Qué clase de vida es esta? ¿Merece el esfuerzo? Un esfuerzo diario y desgastante que lleva a ningún lugar. Las horas se repiten, los momentos y lugares son siempre los mismos. Y el placer, cualquiera que sea es cada vez más inútil e inalcanzable. Si ya de por sí era inexplicable la existencia humana, después de esto me parece todavía más inverosímil. Nos han dicho que estamos vivos para ser felices... Lo cual de entrada ya me parece bastante absurdo. Pero luego pasa esto y la felicidad pasa a ser un concepto todavía más inasible. No crecemos. Al contrario, estamos en un proceso de desintegración personal y social. Lo que éramos dejó de ser. Incluso más allá de la muerte. Los que han fallecido probablemente eran los menos productivos, los más débiles, lo más prescindibles. Y los que aquí seguimos estamos encerrados física, mental y espiritualmente. La vida, esas funciones básicas que consisten en mantener vivo el corazón y operando adecuadamente el resto de los sistemas vitales, han s

Los niños de la pandemia

Y hablando de cosas serias, tengo que decir que hemos perdido casi de forma completa el control sobre los niños. Ellos ya ni recuerdan como era la vida con las reglas normales de convivencia. Y a nosotros ya nada nos motiva para querer implementarlas. Nos conformamos con no matarnos los unos a los otros. Además de muertos y pobres, este pinche virus está degradando a la sociedad a su mínima expresión. De la poca, poquísima educación que estaba teniendo mi hijo mayor en la escuela primaria pública, nada ha quedado. Que fácil y que conveniente es quedarse en casa dos o tres meses para echar a la basura todo lo que odian. Por que así es: odia la escuela, a su maestra y sus compañeros. Mil veces prefiere quedarse en casa y ver televisión todo el día en vez de salir a la escuela y pasar unas horas haciendo cosas que, dice, son tonterías. Además, con una maestra que no lo motiva en lo más mínimo y con compañeros que son más tóxicos que el propio coronavirus. Llevamos dos meses o más aquí enc

En días de la cuarentena

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Ya no sé cuántos días llevamos en la cuarentena por el coronavirus. Tres, quizás cuatro semanas. No lo sé. A mí personalmente esto no me ha afectado tanto ya que en sí mi vida ha sido siempre la misma: trabajar 8 o 10 horas, regresar a casa, dormir, comer un poco, convivir en lo posible con la familia y volver al trabajo. Eso no ha cambiado mucho. Lo que sí ha cambiado es que no sé qué más escribir. Se supondría que una situación como esta desencadenaría la creatividad de cualquier ser humano, pondría en perspectiva la vida y la muerte, la rutina, el amor, el dinero, la salud... En fin, como que tendríamos que ser otros a partir de lo que está sucediendo, pero la verdad es que yo no creo en el ser humano y su capacidad de revolucionarse. Ya hace 10 años pasamos por algo parecido y nada cambió. El H1N1 apenas mató a algunas personas y se congeló el país unos cuántos días hasta que se supo que no era para tanto. En esta ocasión sí ha sido bastante más grave, sobre todo porque ha afec

La renuncia

Por fin sucedió. Ahora que lo pienso, era inevitable. Lo hice por que no soportaba más, porque lo necesitaba, porque lo buscaba. Renuncié a mi trabajo. Pero también renuncié a mi carrera. Después de más de 10 años de estar en el negocio de las noticias, me harté. No puede más. Agradezco todos estos años que la información me dio de comer, pero ya no puedo más. Demasiado estrés, demasiado tiempo dedicado a vender información que intenta ser noticiosa. Mi concepción siempre errónea de lo noticioso nunca me ayudó. Creo que nunca comprendí del todo de qué se trata esto del periodismo. Y me cansé. Voy contra corriente. O la corriente va en mi contra. No sé bien. El punto es que mi depresión estaba en puntos muy graves. Tal como me sucedió hace poco más de 10 años cuando. No soportaba más ir al trabajo y soportar a mi jefa, mi rutina, buscar lo que mi equipo no lograba tener... No me interesaba ya. Las noticias, ahora lo veo, me importan como simple usuario, no como generador. Aprendí lo q

39, o el abismo total

Cumplí 39 años. Pero emocionalmente sigo sintiéndome como si tuviera 18. Inmaduro, tremendamente inseguro. Temeroso de absolutamente todo: de lo que existe en la realidad pero con más miedo de lo que ocurre en mi cabeza. Cumplí 39 y me siento más perdido y desamparado que cuando cuando era niño. Tengo tanto terror a lo que puedo provocar con mis poco inteligentes decisiones, que he optado por dejar de tomarlas. He preferido sencillamente esperar a que me digan qué debo hacer pare evitarme la pena, la responsabilidad y la frustración de enfrentar mis propias decisiones. Me da temor. Mucho temor. Pero también mucha hueva. La psicóloga me dijo muy seria que debo renunciar a mi trabajo, si es que me provoca tanta depresión. Y sí, así es. Estoy tan profundamente deprimido que cada día es un suplicio levantarme y hacer el camino hasta la oficina. Y luego ya en la jornada laboral de 12 pesadas horas, no puedo mantener la concentración. Apenas paso de un página a otra y olvido qué estaba hac

Esfuerzo, honestidad, verdad y justicia

A veces, basta con tener unos días fuera de la oficina para darse cuenta de varias cosas. La primera es que la vida es mucho más que ir al trabajo y tratar de hacer lo mejor posible para obtener dinero a cambio. El problema con esto es que la vida entera se va en solo trabajar. Pero cuando hay vacaciones y te quedas en casa, entonces ves con tristeza dos dos cosas: la primera es que en la oficina todo sigue igual sin ti. En última estancia si llegas a faltar, o si te corren, pues no pasa nada. La chamba se saca como si nada. Es decir, somos completamente reemplazables. No hay gran novedad con eso. La otra cosa que queda al descubierto es que fuera de la oficina, lejos de la rutina del trabajo, el lenguaje que a diario ocupo, las funciones que a diario realizo, muy independientemente de mi trabajo, el resto de la ciudad se ocupa de lo suyo sin mayor miramiento. Tampoco hay gran novedad en esto. Lo sé. Se sabe. Cada uno de nosotros se ve inmerso en una pequeña burbuja que es la vida labo

Depresión y lo terribles 40

A estas alturas de la vida no sé qué hacer con mi vida. Tampoco sé bien quién soy. De verdad. Hasta me da pena. Diría que me da pena ajena, pero no. Es muy mi pena. Tengo una vida ya muy hecha. Más de 10 años de experiencia laboral, más de 10 años casado, padre relativamente bueno (al menos eso quiero pensar). Pésimo amigo, pero con un grupo sólido e inquebrantable de ellos. Y muchas, muchas inseguridades, miedos (que a veces son terrores con los que vivo a diario), planes incumplidos e ilusiones rotas. Me veo en el espejo y veo el mismo rostro de hace 20 o 25 años. Siempre, a cada momento me dicen que soy comeaños. Sí aparento físicamente al menos 10 años menos de los que tengo. Y tristemente creo que mental y emocionalmente soy aún más inmaduro. Como si tuviera 15 años. Mantengo las inseguridades de aquellos años. Mis sueños y planes tampoco han cambiado. Lo cual es triste porque quiere decir que no los he logrado. Y eso es una realidad. Cuando era adolescente, y más adelante, cu