Soledad zombie 2-2
Muchos
de nosotros hemos sobrevivido gracias al camuflaje. Cuando me di
cuenta de que son ciegos y que se orientan con el olfato, comencé a
ocultar mi propio olor. Le corté la cabeza a uno de ellos y me
embarré de esa bilis negra que llevan dentro. Fue asqueroso. Vomité
tres días seguidos, pero como cualquier otra tortura, terminó por
agradarme. Ahora puedo estar en medio de ellos sin que me moleste su
olor. Y a ellos les toma mucho más tiempo detectarme.
De
mi familia no supe
nada. Incluso desde antes de la "crisis". Me desconecté de
sus vidas y ellos de la mía, así que no hay resentimiento, sólo
gratitud por la buena niñez. Ahora sus opciones son tan vastas como
las mías: sobreviven, están muertos-muertos, o muertos-vivos. Para
mi tranquilidad espero que estén muertos-muertos.
Lo
de las niñas del supermercado no es la primera vez que me sucede.
Hace unos días me topé con el ancianato de la ciudad. Entré para
ver sin encontraba algo de valor: comida, combustible, agua, lo que
fuera que se pudiera canjear o comer. No encontré nada más que
algunos zombies ancianos más inválidos y flacos que sus versiones
vivas. Les hice un bien cuando les corté la cabeza. Cuando
reconocieron mi olor su expresión no fue de hambre o de odio. Más
bien creo que se sintieron aliviados de que alguien se tomara la
molestia de terminar con su calvario.
En
la exploración del edificio, luego de acabar con los zombies viejos,
me topé con el sótano que era también la bodega. Ahí encontré a
un grupo de 15 viejos que sobrevivían con la despensa del asilo.
"Vivían" entre su propia mierda y orina. Algunos de ellos
estaban muriendo por que no tenían medicinas. Al menos tres de ellos
tenían los pies gangrenados y otros dos habían perdido la razón
por completo. No dejaban de gritar y atacar al resto. Era un pequeño
y vetusto infierno.
Cuando
me vieron con el hacha y la escopeta al cinturón, los más sanos
casi me imploraron que los matara. No me lo dijeron, pero no era
necesario. Estaban desesperados y añoraban la muerte. La propia o la
ajena. Pero nadie se atrevía a hacer nada. Eran demasiado débiles
como para pensar que tenían todavía alguna elección.
Tomé
algunos litros de agua, carne seca y dulces. Rocié con bilis de
zombie la puerta del sótano y dejé algunos cadáveres cerca para
ahuyentar a los "vivos".
El
viejo más lúcido, al que por cierto tuve que golpear para que no me
pegara y arañara cuando tomé los víveres, me pidió que lo
llevara. Me suplicó, me dijo que no me causaría problemas, pero no
lo escuché. Abrí la puerta y me largué. Y no tengo culpas.
Ya
los puedo oler. Se acercan. Lo curioso es que no tengo miedo. Al
contrario. Sé que puedo escapar, que aunque sean 500 o 600 puedo
correr más rápido, soy más fuerte y estoy armado. Pero hay que
aceptar la derrota. Estoy solo en el mundo de los vivos y quizás
acompañar a los muertos me haga bien. Me queda un tiro en la
escopeta. Sólo espero que lo primero que se coman sean mis sesos
embarrados en las paredes.
Que extrano eres! :)
ResponderBorrarSigue con el relato tengo ganas de leer mas!
ResponderBorrarMe hace sentido esta frase: "Más bien creo que se sintieron aliviados de que alguien se tomara la molestia de terminar con su calvario." Estarán conscientes en algún momento de su estado??? Sentirán repugnancia al comer carne cruda?? ...me generan mucha curiosidad... Sería interesante encontrar en el camino algún científico que estudie a estos seres y nos explique que sienten....
ResponderBorrarno te mates O_O para que haya 2-3
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